jueves, 27 de mayo de 2010

ANTECEDENTES

En México, con base en investigaciones del INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática), existen 2’176,123 personas con discapacidad en general, de las cuales el 80% de estas personas se encuentran en condiciones de trabajar, pero están desempleados, y tan sólo entre el 15% y el 20% de ellas acceden a servicios de orientación en educación y rehabilitación.
Organismos internacionales estiman el número de personas con discapacidad con base en el 10% de su población y la tasa de desempleo del sector por encima del 90%.
La problemática de las personas con discapacidad visual o de baja visión (PCDV) es concebida histórica y socialmente como un elemento restrictivo para el desempeño de actividades cognitivas, motoras, culturales y/o laborales.
En contraste con lo anterior, el trabajo para cualquier individuo es un medio para generar:

a) Independencia económica.
b) Inclusión social.
c) Prestigio personal.

Además de ello, un empleo también promueve una mayor autonomía, incrementa la autoestima y proyecta una identidad, esto es, un reconocimiento a nivel personal y social, y esto influye en la manera en cómo somos vistos y considerados por los demás.
A pesar de la importancia de lo anterior, hoy en día, en México se siguen presentando factores de DISCRIMINACIÓN hacia las personas con discapacidad visual, entre los cuales podemos mencionar:
• Que el ser personas con discapacidad visual está asociado a imágenes estereotipadas, conductas y procedimientos inadecuados y/o tendientes hacia la lástima y conmiseración.
• Los empleadores creen que las personas con discapacidad no están preparadas para el trabajo y no les dan la oportunidad de demostrar lo contrario.
• Las personas con discapacidad no han tenido el adecuado acceso a la educación y a la formación profesional
• Los servicios y apoyos que requieren, no están disponibles y/o a su alcance.
• La legislación y las políticas no facilitan su incorporación al empleo
• La ciudad y los medios de transporte no son accesibles para ellos.

De acuerdo con en INEGI en el año 2000, bajo este contexto, en donde el entorno juega un papel fundamental para la inclusión laboral de las personas con discapacidad, la tasa de participación económica de las personas ciegas y débiles visuales fue de 31.5%, es decir, 32 de cada 100 personas de 12 años y más se encontraban trabajando o se encontraban en condiciones de realizar alguna actividad económica, contra 25% de las personas con discapacidad en general.
En el campo laboral se presentaron diferencias significativas por sexo, la participación laboral de la población masculina con discapacidad visual, es casi tres veces superior a la de las mujeres.
En ese sentido, los hombres se ocupaban principalmente como agricultores (33.1%), y artesanos u obreros (20.7%); por su parte, las mujeres prestaban sus servicios como vendedoras dependientes (22%), trabajadoras domésticas (16.7%) y como artesanas u obreras (15%)
En ese mismo año, de cada 100 personas, la población con discapacidad visual ocupada, era de 15 y no percibían ingresos, 52 de ellas, percibían hasta dos salarios mínimos y solo 28 recibían por su trabajo más de dos salarios mínimos.
Éstos y otros indicadores señalan, por tanto, la imposibilidad de que las personas con discapacidad encuentren un trabajo que les permita ganarse dignamente la vida; atender las necesidades de sus familias y contribuir a la economía nacional. Eso supone una enorme pérdida, no sólo para las personas con discapacidad y sus familias, sino también, para los empresarios y para el conjunto de la sociedad.
Erróneamente, se presenta una fuerte tendencia para centralizar las capacidades de un individuo en el sentido de la vista, no así para el resto de los sentidos en conjunto con otras habilidades, cuyos valores y desarrollos son minimizados. En efecto, la visión no es la única capacidad de la cual depende el desempeño de una persona como trabajadora y ciudadana.
Así también, es importante destacar que la cantidad de personas con visión nula es de apenas el 5% de la población con discapacidad visual en general. La mayoría de las personas con discapacidad visual (PCDV) presentan remanentes visuales, suficientes para la percepción de colores, objetos y formas.
En la actualidad, se puede afirmar que “poseer una discapacidad no inhabilita a desarrollar cualquier tarea”. Las PCDV con mecanismos adecuados, logran un desenvolvimiento integral como ciudadanos. Son personas con las potencialidades de salir a la calle, ir a la escuela, ingresar en un curso superior, disponer de un trabajo, tener un salario digno, poder desarrollar sus propias actividades con autonomía; son ciudadanos que cumplen con sus obligaciones, ejercen sus derechos y utilizan bienes y servicios. No es casual que, cuando se define la rehabilitación de una persona con discapacidad, técnicamente hablando, se exprese que el proceso concluye con la pena integración en su comunidad o sociedad.
Es por ello, que en este marco de marginación actual, la invisibilidad de las personas con discapacidad visual ha resultado ser un enorme lastre que ha impedido que sus comunidades y la sociedad en general los descubran como seres humanos más iguales que diferentes, esta invisibilidad ha impedido entender a la discapacidad visual como una circunstancia de vida, catalogándola como una desgracia, una calamidad o un problema mayúsculo; esta situación los ha segregado del desarrollo. Cuando descubrimos en cada uno de ellos una serie de limitaciones pero también de potencialidades como cualquier otro grupo social, encontramos que es una de las discapacidades que tienen mayor oportunidad de reintegrarse plenamente a la sociedad, existen muchos casos exitosos en este sentido comparativamente con otras discapacidades que son más limitantes o complejas.
Creemos firmemente que formar capital humano en ellas y ellos representa transferirles los conocimientos que les darán autonomía, independencia, autoestima, un nuevo estereotipo, representa darles una herramienta fundamental para su desarrollo, no hacerlo así significa condenarlos a la asistencia vitalicia y a considerarlos sujetos de tutoría. Indudablemente, vinculada a la discapacidad también se encuentra la Pobreza lo que constituyen una conjunción de factores que se transforma en una barrera para la inserción laboral y social de los individuos. Pobreza, bajos niveles de formación y discapacidad se alimentan recíprocamente y multiplican el número de personas excluidas.
Sobre América Latina, predomina la idea de que, dentro del mundo en vías de desarrollo, es la región de mejores condiciones socioeconómicas. Sin embargo, es la región de mayor iniquidad. Todo apunta a definir que la pobreza genera discapacidad y la discapacidad aumenta los riesgos de caer en la pobreza. El 20 % de las personas pobres tienen discapacidad, por lo tanto, cualquier política de inclusión social y reducción de la desigualdad que no tenga en cuenta esta realidad se encuentra limitada desde su diseño a un éxito parcial. Los costos de la exclusión golpean a todos: en principio, al individuo en situación de discapacidad, pero también a sus familias y comunidades.

Por tal motivo, la creación e impulso de un proyecto como AGORA, en territorio mexicano, dirigido particularmente a la inclusión laboral de las personas con discapacidad visual, y que ha probado su impacto y eficacia en Europa, África y la región andina de nuestro continente, representa un voto de confianza que otorga la Fundación ONCE para América Latina, hacia el trabajo profesional de las instituciones de y para personas con discapacidad en nuestro país, pero especialmente representa un avance significativo en la lucha por la reivindicación de las garantías individuales que como seres humanos también tiene la población con discapacidad visual, en México.
Por tanto, AGORA MEXICO aspira a contribuir con el objeto de reducción y lucha contra la pobreza y mejora de la calidad de vida de las personas con discapacidad visual, a través del fortalecimiento de las capacidades y habilidades de este colectivo y mediante la generación de opciones laborales que permitan a las personas ciegas y débiles visuales, ser sujetos de su propio desarrollo y no objetos pasivos y/o de atención asistencial.

Bibliografía:
INEGI, “Las Personas con discapacidad en México: una visión censal”, México 2004.
Fundación ONCE para América Latina “Proyecto Ágora”
MARIANO GODACHEVICH; RICARDO IGLESIAS; YANINA CHAVEZ, “Capacitación e inserción laboral de las personas con discapacidad visual, buenas prácticas y lecciones aprendidas en el programa argentina, programa y ejecutado simultáneamente en Argentina, Chile y Uruguay. 2001- 2005.

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